Capitulo 1
—La cena estuvo exquisita— le comentó mi mama al mozo que venia a retirar los platos.
—¿A la niña le gustaron los ñoquis?— preguntó indirectamente dirigiéndose a mi.
— Estaban muy ricos, ¿nos podemos ir?.— desde que llegamos a ese restaurante sentí una extraña sensación, la necesidad de salir corriendo. Mis amigas me burlaban por que yo decía que era muy intuitiva. Era verdad. Cada vez que tenia esa rara sensación terminaba pasando algo.
— Claro, la cuenta por favor.— Le dijo mi madre al camarero.
— Voy al sanitario— me levanté de la mesa y fui hacia el baño, para ver si lograba tranquilizarme un poco.
Me mojé la cara y las manos, arranqué una tira de papel y me sequé.
— Hija, ya pagué, ¿nos vamos?
Salí con prisa del baño y, con prisa también, me dirigí a la puerta de salida-entrada.
—¿Por qué tanto apuro?— dijo mi mama extrañada.
— No sé, solo vamos.
Fue ese el momento en el que un muchacho de unos treinta años, se cruzó en nuestro camino y de la nada misma me di cuenta que lentamente éramos rodeadas por un conjunto de veinte chicos, todos igual vestidos como si hubiesen salido de un boliche.
El chico de treinta años le pegó un puñetazo a mi mama, yo me quedé helada. Otro de los chicos se me acercó y lo primero que se me ocurrió fue salir corriendo hacia la heladería que había en frente de la avenida.
Sin mirar, crucé.
Casi me atropellan pero por suerte llegué, entré desesperada. La gente me miró extrañada.
Sin pensarlo mas me dirigí hacia la vendedora.
— ¿Qué te pasa querida?— me dijo al instante en que me vio.
— Yo… mi mama…— la agitación me impedía hablar.
— Tranquila, respirá— mis pulmones se vaciaron y se levantaron rápidamente hasta apaciguar los movimientos.
— Estaba en el restaurante con mi mama, salimos y… un grupo de chicos salieron también, no sé de donde, le pegaron a mi mama y yo...
Se escuchó un estruendo y mi mama entró toda desprolija por la puerta de cristal.
— ¡Escondanla! — le dijo a la vendedora que me tomó por un brazo y me arrastró hacia el fondo, el despacho. Detrás de nosotras había una puerta que llevaba a un baño, según el cartel que de esta colgaba. Allí podía ver objetos desconocidos, utensilios de cocina viejos y muchas cajas alrededor.
—¿Qué pasa?— pregunté asustada, la chica me miró nerviosa y me hizo una seña para que me calle.
Capte la indirecta cuando la puerta, que había sido trabada con cajas y otros objetos pesados, se abrió de un golpe. Esperé ver a unos diez chicos.
Pero no, solo entró uno. Y bastante guapo tengó que admitir. Clavó su mirada en mi, fue una conexión extraña, apartó la vista .
— permiso vengo al baño— dijo el chico un poco ¿nervioso?.
— ¿Qué hacemos?— le susurré a la vendedora que estaba con migo todavía. Ella, muy caballerosa, me miró y sin vacilar se largo de ahí. Dejándome quien sabe con quien en un despacho sucio y casi inundado por la obscuridad.
"Inhalo exhalo, inhalo exhalo".
Los nervios me estaban ganando, eso que lo sentí, sabia que teníamos que irnos de ahí. “Pero ¿Por qué? ¿Qué tenemos que ellos quieran tanto?”.
Escuché como la puerta se arrastró y apareció otra vez el chico.
— Hola, …soy Jason.— me tendió una mano que miré con desconfianza.
—H…hol…a— balbuceé nerviosa.
—no voy a hacerte nada.
—¿Cómo sé eso?— dije doblando mis brazos en mi pecho y mirándolo, analizando su reacción.
— Lo prometo.— aseguró
— No puedo confiar en vos, ni siquiera te conozco.
— Soy Jason.— dijo con algo de gracia.
— No me refería a eso, solo sé tu nombre. Sé que estabas con esos chicos, te vi. ¿Quién sos? ¿Qué quieren?.
— Te quieren a vos. Pero por alguna razón no voy a dejar que te lleven, tendría que agarrarte de los pelos y llevarte con ellos, pero no. Vamos a hacer que te escapaste, con una condición.
— Escucho— espeté.
— Necesito que me des un poco... de tu sangre— dijo con cuidado pronunciando cada palabra.
Unos ojos abiertos como platos delataron mi asustada reacción.
—¡Estas loco! ¿mi sangre? ¡no!.
—shh no grites… es un poco solamente, ellos te golpearían hasta que lo des por si sola. Yo te estoy dando la opción de que no duela tanto.— me dijo con compasión.
—¿Por qué? ¿para que quieren mi sangre?.
— No te lo voy a decir, ¿me das tu brazo o lo agarro yo?— escuché la impaciencia en su voz.
—¿Cómo sé que no sos un loco de mente que quiere llevarle mi brazo a esos tipos? ¿Cómo puedo confiar en vos?
— Mírame, solo mírame y créeme, te lo prometo.— lo miré y podía ver la sinceridad en sus ojos, no me había dado cuenta que tenia unos hermosos ojos marrones claros, acaramelados. Como la miel.
— Está bien pero que no deje marcas.— acepté y extendí mi brazo, arremangando mi remera hasta el codo.
— Voy a hacer lo posible— tomó con cuidado mi brazo y lo acaricio.”¿Qué hace?” pensé.
— Que no toque el tatuaje— dije señalando el signo de la paz que tenia en la muñeca.
— Con que una chica pacifica ¿eh?.— me miró y otra vez me perdí en sus ojos acaramelados. Él se había dado cuenta de eso, estaba segura que se había perdido en mi mirada, corrió su mirada y sacó una pequeña navaja de su pantalón.
Estaba lista para que me duela, confiaba a pleno en ese chico. Sin saber por que. Sus ojos me inspiraban confianza, seguridad, si, aunque estuviese a punto de hacerme un corte.
— Perdón.— dijo y sentí un dolor, tengo que admitir que había sido menos doloroso de lo que pensé, miré y vi una línea roja que escupía sangre. Había cortado unos centímetros arriba de mi tatuaje. No lo tocó.
Vi como sacaba un envase extraño, no sé de donde, e introducía mi sangre en el.
— Ya está.— volvió a acariciar mi brazo. Sentí unas cosquillas extrañas que recorrían el tramo que el estaba tocando.
— Bien.— aparté mi brazo con brusquedad.
— Lo siento de verdad no quería pero…
—¿Te disculpas por ser un loco? ¿por haberme contado? No tenes que explicarme nada. Ahora andate.— me miró dolido y bajó la cabeza.
— Lo siento— volvió a disculparse.
—¡Ya! ¡deja de pedir perdón! No entiendo.
—¿Qué?— preguntó sorprendido.
— No entiendo como podes ser tan flojito, acabás de cortarme el brazo y estas casi llorisqueando por que…
— Sos una ingrata. Yo lo hice para salvarte el pellejo y que no te hicieran mas daño— me recriminó. — Pero... ¿Por qué?— le pregunté entrañada, clavando mis ojos en los suyos. De verdad que era guapo.
— No lo sé, pensé que tal vez existía una chica inteligente en este mundo pero no, sos hueca como todas las demás…
—¿Me dijiste hueca?. Ni siquiera me conoces y ya me estas juzgando. Encima diciéndome hueca, ¡¡de hueca no tengo ni los pelos rubios!!— la rabia empezó a crecer desde mi interior. Ese chico que antes me había atraído por alguna inexplicable razón, ahora estaba provocándome de una manera insoportable. ¿Decirme hueca a mi? Ja! ¿Pero quién se cree este?
— Tenes razón, no te conozco pero creo que más que estar pidiendo explicaciones que ni yo sé, deberías, por lo menos, darme las gracias. ¿No te parece?— colocó las manos en sus bolsillos y por unos segundos me pareció que era un chico sumamente tierno y con la mirada mas dulce que había visto en toda mi vida.
—¿Agradecerte? Ah si, gracias por hacerme un tajo y llevarle mi sangre a más locos de mentes como vos. De verdad estoy muy agradecida.— el chico me miró incrédulo y sin decir nada mas se retiró del lugar con un aire ofendido.
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